Tras muchos esfuerzos de la comunidad científica y de las organizaciones sociales involucradas se consiguió que en la Unión Europea se aprobase el reglamento REACH para el control de las decenas de miles de sustancias químicas que se comercializan en Europa.
Aunque la situación existente tras su entrada en vigor es mejor en muchos aspectos a la anterior, las presiones industriales consiguieron que temas clave no fuesen debidamente tenidos en cuenta en la normativa.