Gestación
El desarrollo embrionario es un momento crítico en el que la exposición a las más diversas sustancias químicas puede causar una enorme cantidad de desarreglos. Los ginecólogos no se cansan, por ejemplo, de advertir a las madres acerca de que eviten la ingesta de muchos fármacos u otros compuestos, sabedores de lo fino y delicado que es el equilibrio químico que debe mantenerse dentro del útero materno para que la nueva persona vaya construyéndose sin problemas.
Una de las cosas que más influyó en este tipo de cautelas fueron las terribles consecuencias que tuvo la administración de otra de esas maravillosas sustancias producidas por la industria química, la talidomida que se recetó a muchas madres para combatir las molestias durante el embarazo. Fue una dura lección, como también lo fue la del DES, entre otras muchas, que hicieron que se aprendiera mucho acerca de lo peligroso que es interferir en el equilibrio químico que debe presidir el desarrollo del embrión humano.
La ciencia ha estudiado mucho acerca de sustancias que pueden causar mutaciones (sustancias mutagénicas) o monstruosidades (sustancias teratogénicas), así como una larga serie de anomalías congénitas de mayor o menor gravedad. Lamentablemente , aún no existe la debida conciencia acerca de ello entre las mujeres y los hombres de la calle.
La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) , de modo semejante a otras muchas sociedades paralelas en todo el mundo, elaboró hace unos años un informe en el que resumía el efecto que muchas sustancias químicas podían tener sobre el embarazo (1). Estaban muy preocupados porque nos habíamos “familiarizado” tanto con el hecho de estar rodeados de decenas de miles de productos químicos, muchos de ellos de efectos desconocidos, que habíamos “olvidado y desestimado los riesgos para la salud que pueden derivar de su utilización, así como las medidas de precaución imprescindibles para minimizarlos”.
El informe citaba el riesgo que podía entrañar la exposición de las embarazadas a determinadas sustancias. Sustancias como el mercurio, el plomo, el cadmio, el antimonio o el arsénico, entre muchas otras, como diversos pesticidas o como el éter de etilenglicol (asociado a defectos congénitos). Apuntaba la gran preocupación existente por los efectos de disolventes tales como el tricloroetileno, el benceno, el estireno, el formaldehído, la naftilamina, el cloruro de vinilo, el óxido de etileno o el óxido de estireno (algunos disolventes han sido ligados a cosas tales como defectos del tubo neural y daños en el sistema nervioso central).
El informe de la SEGO también se refería, por ejemplo, a cosas como los cauchos, en cuya fabricación, aunque mucha gente no repare en ello, se utilizan centenares de sustancias diferentes (2), y citaba como algunas pinturas habían sido asociadas a anomalías como el labio leporino o el paladar hendido. Una de las cosas que más les inquietaba era la exposición laboral de muchas mujeres trabajadoras, ya que en determinadas industrias, como la papelera, por ejemplo, se habían registrado una serie de problemas, tales como fisura palatina y diversas anomalías en el sistema nervioso central o el corazón de los niños.
Describir los complejos escenarios de exposición a sustancias químicas que pueden darse en el ámbito laboral o fuera de él sería larguísimo, como también describir los efectos que pueden producir. Entre los problemas que más se dan destacan algunos como los abortos o los nacimientos prematuros. Se ha mostrado la implicación de diversas sustancias -como disolventes orgánicos, hidrocarburos aromáticos, plomo (3), óxidos de etileno, barnices, sustancias para la fabricación de gomas, metales,...- a mayores tasas de aborto espontáneo. No cabe duda que un porcentaje de los partos que se dan antes de tiempo –que son entre un 8 y un 10% de todos los partos- pueden tener que ver con la exposición a diversas sustancias, como los disolventes o el plomo. También sucede lo mismo con los niños que nacen con bajo peso ,como se ha visto que sucede en madres con ciertos niveles de plomo en la sangre.
Dentro del contexto de los países desarrollados, Estados Unidos ,por ejemplo, tiene unas tasas relativamente altas de partos prematuros, de niños que nacen con muy bajo peso y de mortalidad infantil. Cerca de la mitad de las muertes de recién nacidos serían atribuibles a causas diversas tales como anomalías congénitas, problemas derivados del nacimiento prematuro o el poco peso, muerte súbita o complicaciones en el alumbramiento. El riesgo de sufrir este tipo de cosas se incrementa con la exposición a una serie de sustancias.
Debe tenerse en consideración , como se ha insistido, la mucho mayor susceptibilidad a los efectos de las sustancias químicas especialmente durante el embarazo, debido a la extraordinaria sensibilidad de los complejísimos y velocísimos procesos químicos de señales que presiden el desarrollo embrionario. El organismo está en construcción y en cuestión de minutos pueden generarse cientos de miles de células nuevas. Es fácil, por ejemplo, que en la primera o segunda semana una exposición química puedan provocar un aborto espontáneo, y en momentos más amplios , que duran meses, pueden producirse importantes alteraciones en la estructura y función de los más diversos órganos, así como bajo peso en los recién nacidos, partos prematuros ,complicaciones en el embarazo o muerte tardía de los fetos.
Es especialmente durante las primeras etapas cuando se abren las que los científicos denominan “ventanas” de exposición, es decir, momentos críticos en los cuales el organismo en construcción abre una vía desprotegida para que actúen las hormonas y otros elementos que deberán propiciar la creación de determinadas estructuras. Si al abrirse estas “ventanas” no sólo actúan las sustancias naturales sino que lo hacen los contaminantes, muchos de los cuales pueden “engañar” al organismo al comportarse con efectos horminales, pueden generarse las más profundas alteraciones.
Teniendo en cuenta que la base de lo que luego seremos se construye muchas veces en nuestra etapa como embriones, no debe sorprender saber que muchos de los problemas que manifestaremos más tarde , a veces muchas décadas después, pudieron tener su origen en exposiciones químicas que tuvimos dentro de nuestras madres. La literatura científica alude a los más diversos, desde la propensión a ciertos cánceres a la infertilidad, pasando por la endometriosis, las alergias , el asma, las enfermedades del corazón, el bajo cociente intelectual, anomalías del comportamiento e incluso el Parkinson, por no extendernos con otros muchos como, por ejemplo, la obesidad.
Lo lamentable es que ,hasta hoy, estos riesgos apenas han sido tenidos debidamente en cuenta por ejemplo a la hora de establecer los límites supuestamente “tolerables” de exposición a numerosos contaminantes, pensados sobre todo para adultos (y ni siquiera correctamente muchas veces, como podemos ver en otros apartados de esta web). Es como si al establecer tales límites se hubiesen “olvidado” de que en el mundo existían también embriones creciendo dentro de sus madres y que lo que puede parecer no tener efectos en un hombre adulto totalmente desarrollado puede tenerlos, y tremendos, en un cuerpo que está formándose precisamente mediante unos sistemas de señales químicas de una exquisita sensibilidad.
Muchas administraciones , empresas y sindicatos ni siquiera informan debidamente de estas cuestiones a la población general, permitiendo que se sigan dando situaciones de exposición muy extendidas. Muchas madres, desconocedoras de estas cuestiones, se exponen inconscientemente a muchas cosas –sea en el ámbito laboral o en su propia casa- que pueden afectar la salud de su descendencia. Recuerden si no muchas de las cosas que decimos en otros apartados al pasar revista a muchas de las sustancias que como los ftalatos o el bisfenol A por ejemplo podían afectar el desarrollo embrionario.
Se conoce perfectamente el modo en el que los tóxicos pueden afectar a los embriones en desarrollo , al no constituir la placenta una barrera real para ellos. En el caso de algunos contaminantes, se ha llegado a detectar más concentración de mercurio en los cordones umbilicales que en la sangre de las propias madres en general. También se ha detectado en el plasma fetal más bisfenol A que en la sangre materna (4). El feto no sólo se expone a las sustancias a las que la madre se expone en un momento dado, sino a las que la madre ha ido acumulando a lo largo de su vida , muchas de las cuales se movilizan a la vez que lo hacen las grasas maternas durante algunos periodos del embarazo especialmente sensibles para el desarrollo del embrión.
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NOTAS:
1 Orientaciones para la valoración del riesgo laboral y la incapacidad temporal durante el embarazo. SEGO. Enero 2008
2 Acronitrilo, aceites minerales, estireno, aminas aromáticas, butadieno, epiclorhidrina, ...
3 Al plomo se ha asociado también la muerte perinatal.
4 Ver, por ejemplo: Schonfelder et al. (2002). Parent bisfenol A accumulation in the human maternal.fetal placental unit. Environmental Health Perspectives. 110 (11): A 703-707.