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El iceberg tóxico

Han pasado ya a la Historia los tiempos en los que los problemas ocasionados por los tóxicos podían parecer cosas puntuales que se daban en circunstancias o lugares concretos, como accidentes o zonas especialmente contaminadas. Con ser estremecedores en ocasiones los relatos de tragedias químicas como la de Bhopal (India) o inquietantes las consecuencias derivadas de la utilización del Agente Naranja en la Guerra de Vietnam, los cientos de miles de vietnamitas y los miles de veteranos estadounidenses que siguen sufriendo por malformaciones en sus hijos, linfomas, sarcomas y otros problemas de salud, cosas como estas se quedan en nada frente a la entidad de lo que aquí estamos viendo.

Una de las muchas víctimas de Bhopal

Estos acontecimientos , al igual que otros como los efectos que las dioxinas pudieran haber producido tras la catástrofe de Seveso (Italia) o tras el incidente de Time Beach (EE.UU.) donde se registraron en los niños disfunciones cerebrales e inmunológicas por la exposición a aceites de desecho contaminados con esas sustancias, no dejan de ser simples episodios puntuales. Y durante mucho tiempo han sido como árboles que no nos dejaban ver el bosque. Porque ,consciente o inconscientemente, por su propia condición de fenómenos excepcionales, tendíamos a verlos como excepciones que confirmaban una regla, sin darnos cuenta de que, en realidad , más que excepciones a una norma, formaban parte de ella. Simplemente eran acontecimientos que la hacían más evidente.

Fijarnos tanto en esos episodios aparentemente extraordinarios contribuyó también, en alguna medida, a asentar en nosotros una idea deformada de cómo actuaban los tóxicos, por ejemplo, en cuanto a la dosis necesaria de los mismos o en cuanto a que eran sólo unos pocos de ellos, los vinculados a esos sucesos concretos, los que debían inquietarnos. Lo que la comunidad científica nos ha mostrado es que ese enfoque no era correcto. Que esos sucesos no son más que pequeñas gotas de agua de un océano de enfermedades que los tóxicos producen de un modo normalmente más sutil. Granitos de arena de una inmensa playa. Puntas de un iceberg inmenso. Y es así como debemos verlos.

Es así como debemos ver , por ejemplo, las infecciones crónicas de los oídos y los problemas inmunológicos de los niños esquimales del Ártico. Sin olvidar que aunque acaso las concentraciones que ellos tienen de PCBs y otros contaminantes en sus cuerpos sean algo superiores a las nuestras, nosotros también tenemos esos mismos contaminantes y podrían  inducir en nosotros los mismos o diferentes problemas, como pudiera ser el cáncer o la diabetes. Que hablamos de un problema global. Una intoxicación global que no precisa manifestarse con niveles singularmente altos de concentración de sustancias. Que todos estamos dentro de un mismo organismo contaminado: la Biosfera y que por sus arterias nos llegan los mismos contaminantes.

Hasta ahora, cuando ese organismo planetario recibía un daño químico en una de sus partes, creíamos que eso no iba con nosotros. Por alguna suerte de creencia anti-científica parecíamos pensar como si los daños pudieran aislarse en compartimentos estancos. Pero lo que la comunidad científica nos está mostrando con miles y miles de evidencias es otra cosa.

Ya no podemos pensar en términos de lugares contaminados o no contaminados. Habrá lugares más contaminados que otros. Pero ya no hay lugares sin contaminación. Hoy hay equipos de científicos por todo el mundo estudiando lo que se llama la “contaminación de fondo”. Es decir, aquella que se detecta en los lugares más alejados de las fuentes de emisión de contaminantes , como puedan ser las montañas más apartadas . Porque es esa contaminación a niveles bajos pero más extensa la que está generando más interés científico, desplazando equipos a algunas de las zonas más remotas y aparentemente más puras del planeta.

No es que deba dejarse de considerar lo que sucede en los focos más polucionados. De hecho de ello pueden obtenerse buenas enseñanzas. Pero ese impacto de los tóxicos sobre la salud que se hace particularmente visible en algunos lugares de la geografía en los que ciertas sustancias contaminantes tienen mayor presencia debe servirnos para extraer otras lecciones.

Veamos lo que sucede con algunas zonas muy contaminadas de España. Basta repasar publicaciones científicas como los mapas sobre mortalidad en distintas zonas de España que realizó hace unos años la Universidad Pompeu Fabra (1) de Barcelona para darnos cuenta de ello. En estos mapas se ven cosas muy interesantes, como que sea en zonas como algunas de Huelva, Sevilla y Cádiz en las que exista precisamente un mayor riesgo de mortalidad por toda una serie de enfermedades -cáncer, enfermedades isquémicas del corazón, diabetes,...- hasta el punto de que esas provincias absorben nada menos que una tercera parte de todo el exceso de muertes que se dan en toda España en zonas de alto riesgo (2). Se trata de enfermedades que ,como vemos en diversos apartados de esta web, pueden verse favorecidas en muchos casos por una serie de factores entre los que, por supuesto, se cuenta la contaminación. Como, por ejemplo, lo está el asma que tiene en Huelva ,curiosamente, su más alta incidencia nacional, con un 14%(3) (aunque ese dato es de hace unos años y acaso ya la incidencia sea aún mayor en esa ciudad)

Pero, como se decía, hemos de saber interpretar sabiamente lo que nos muestran estos lugares más contaminados y la aglomeración de casos de una serie de enfermedades que se da en ellos. Una interpretación que sepa vincular lo que vemos en ellos, a escala local, con lo que se aprecia a nivel global. Que sepa relacionar lo que sucede a niveles altos con lo que sucede a niveles más bajos de polución. Lo que se ve en las poblaciones humanas más expuestas a los tóxicos y en las menos expuestas (pero que nunca dejan de estarlo, ya que como ya se dijo, no hay población humana que pueda ser considerada plenamente como grupo de “control”, es decir, limpia de contaminantes, al igual que hay lugares más contaminados y otros menos, pero no lugares plenamente puros).

Desde las premisas que la comunidad científica está asentando , casos como el de Huelva han de ser vistos como lo que son y ya se dijo antes, como la punta de un inmenso iceberg que simplemente asoma un poco más en esos lugares mientras en el resto de la geografía está “bajo las aguas”. Las partes superiores de la gran masa de hielo son más visibles, pero las partes más profundas permanecen más oscuras. No obstante , un número creciente de investigadores está buceando y llevando la luz a esas regiones.

El iceberg del que hablamos es el iceberg de la contribución de la contaminación química a las enfermedades, cuya punta asoma con más claridad en algunos lugares que en otros. Hasta el punto de que en estos lugares , junto a las enfermedades más comunes, que también los tóxicos propician, pueden aparecer otras todavía más claramente ligadas a los tóxicos. Estas últimas son como las aristas superiores y más brillantes del iceberg tóxico, ésas que nos lo hacen más visible. Son enfermedades que curiosamente, a diferencia de otras, pueden acabar siendo bautizadas más explícitamente como tóxicas. Es el caso, por ejemplo, del síndrome pluri-glandular tóxico o tiroiditis atípica de Huelva, que describiera el endocrinólogo Francisco López Rueda (4).

Que enfermedades así (5) afloren curiosamente en lugares donde también se da un exceso de mortalidad por enfermedades más comunes, acaso evidencie, que al menos en muchos casos, no haya tantas diferencias, en el fondo, entre unas y otras enfermedades, al menos en cuanto a las causas. Todas están , de un modo u otro, en el mismo iceberg, a una u otra profundidad en cada caso (6).

Cada vez son más los científicos a los que la observación de cosas como las altas tasas de determinadas enfermedades en algunas zonas o grupos sociales (como algunos trabajos) les está llevando a la pregunta de si eso no significará que , más allá de los casos particulares, se ha subestimado hasta ahora el papel de los tóxicos en la incidencia global de importantes enfermedades (entre ellas algunas de las que más están creciendo)

La evidencia es tal que ya no puede hacerse como que no se ve ese iceberg a no ser que no nos importe estrellarnos contra él, como de hecho llevamos ya décadas haciendo. Estamos oyendo como se raja el casco del buque, sentimos las vibraciones, escuchamos el agua entrar, pero dejamos que la grieta se siga agrandando.


 


 

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NOTAS:


 

1 Atlas de mortalidad en pequeñas zonas . Unidad de Investigación en Salud Laboral del Departamento. de Ciencias Experimentales y Salud.


 

2 El 41% de las áreas estudiadas en la provincia de Huelva eran de alto riesgo para hombres y de un 29% para mujeres. En Cádiz era un 56% para hombres y un 50 % para mujeres. A nivel nacional el inventario se ocupaba de centenares de zonas con excesos de mortalidad. Por supuesto que se alude a otras zonas muy contaminadas como la de Cartagena ,por ejemplo, donde se dan ,como en Huelva, altas tasas de diversos tipos de cáncer ,como el de pulmón.


 

3 También sería una de las de más alta incidencia a nivel europeo. “Estudio europeo del asma. Prevalencia de síntomas relacionados con el asma en cinco áreas españolas”. Grupo Español de Estudio Europeo del Asma. (Med Clin (Barc )1995; 104: 487-492).


 

4 A mediados de los años 90 este especialista se encontró con centenares de mujeres en edad fértil que mostraban una imponente inflamación del tiroides , un alto nivel de anticuerpos tiroideos y un fuerte agotamiento y se dedicó a investigar la causa y a advertir sobre ella. Como premio , la Administración hizo lo que pudo por desacreditarle. No conviene olvidar que en Huelva el poder político de la industria química es tremendo. No obstante López Rueda prosiguió investigando, hasta que John Goldsmith, un epidemiólogo israelí, le puso sobre la pista de un síndrome similar descrito en Eslovaquia. Ese síndrome se asociaba a contaminantes como los PCBs y a otros organoclorados, dioxinas, pesticidas y metales pesados. Finalmente el doctor español publicaría sus trabajos sobre la enfermedad (Francisco L. Rueda, Julia M. Palomares, Ignacio V. Rico. Atypical Thyroiditis in Huelva. Endocrine Practice Vol 5 ,Nº 3 May/June 1999).


 

5 Podrían citarse otras enfermedades más o menos semejantes. De hecho de alguna de ellas hablaremos luego. En realidad, el argumento utilizado es mucho más ampliamente aplicable de lo que parece, a muy diversos niveles, como los que nos llevarían a hablar de algunas enfermedades autoinmunes , sensibilidad química, etc...


 

6 Ello no implica por supuesto que el factor tóxico sea el único que esté presente. Pero que otros elementos muy diversos puedan influir, no desmerece el importante papel que los tóxicos tienen en un porcentaje nada desdeñable de los casos.

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